Empezando tu caminar espiritual

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La vida es complicada. Tomamos innumerables decisiones cada día, recibimos reglas de cómo vivir a través de las redes sociales, la publicidad, la familia y los amigos, la Biblia. Así que, con todas estas voces, ¿a quién debes escuchar en tu caminar espiritual? ¿Cómo podemos encontrar la respuesta a las grandes preguntas de la vida? ¿De qué se trata todo esto? ¿Por qué estoy vivo? ¿Cuál es mi razón de ser? ¿Estoy en el camino correcto? ¿Y cómo nos aseguramos de avanzar, y no de dar vueltas en círculos?

Convertirse en creyentes no consiste en saltar la valla a un campo celestial donde podemos quedarnos tumbados haciendo lo que queramos. Es más bien como si hubiéramos andado a tientas en la oscuridad y de repente se hubiera encendido una luz brillante. De repente podemos ver todo de forma diferente, a toda la tierra, a todas las personas que conocemos y a nosotros mismos.

Una maravillosa cita de CS Lewis dice: “Creo en el cristianismo como creo que el sol ha salido, no solo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás” (Fuente: C.S. Lewis, “¿Es poesía la teología?” The Oxford Socratic Club, 1944 Samizdat University Press, 2014). Ser creyentes es vernos como Dios nos ve, de la misma forma en que él ve a su hijo, perfecto e irreprochable. Jesús tomó nuestro pecado sobre sí mismo para hacernos libres.

Entonces, ¿cómo empezamos nuestro caminar espiritual de fe? En esta publicación, te daremos algunos consejos para iniciar tu caminar espiritual y cómo esto puede fortalecer tu conexión con Dios.

1. Dios quiere hablar contigo cada día

¡Es cierto! Tú vales su tiempo. Cree que él tiene algo que decirte. Ven, expectante. Dios siempre está hablando, es como una radio que transmite constantemente pensamientos amorosos a cada uno de nosotros. Acercarse a pasar tiempo en su presencia es como sintonizarnos en esa frecuencia y recibir de su verdad.

2. Él habla de diferentes maneras

Dios nos habla de diferentes maneras. Cuando hablo de escuchar a Dios en esta publicación, no siempre me refiero a escuchar un mensaje directo de Dios, o una voz audible. A veces oigo una voz en mi cabeza, pero otras veces, puede ser simplemente una frase que me deja como una impresión. Puede ser una palabra de un amigo (no necesariamente un amigo creyente), puede ser la letra de una canción (no necesariamente una canción que hable de Cristo), puede ser una frase de un libro o un versículo de la Biblia. Dios puede hablarnos a través de cualquier cosa, en cualquier momento – la pregunta es si estamos preparados para escucharlo.

Recuerdo cuando estaba en la agonía de la crianza de mis hijos pequeños y no encontraba tiempo para pasar con Dios. A menudo, frases de las historias bíblicas de los niños antes de dormir me saltaban a la vista, hablando directamente de la situación en la que me encontraba. El misterio de aprender a escuchar la voz de Dios me parece asombroso. La idea de que el creador del universo quiera hablarme es alucinante. Cada vez que oímos su voz, ya sea un indicio, un impulso o un sentimiento, tenemos la opción de responder o no. Y todas estas decisiones, a lo largo de nuestra vida, conforman nuestro caminar espiritual. Y esto me lleva a mi siguiente punto…

3. Cuando escuches algo, escríbelo

Cuando siento que he escuchado una palabra de Dios, la escribo. Saber que Dios quiere hablar activamente a mi vida es algo precioso que no se debe desperdiciar. Tengo un archivo de palabras en mi computadora y lo abro de vez en cuando para recordar las cosas que he oído de parte de él. Esto me anima en mi caminar espiritual. De lo contrario, las palabras que hemos recibido pueden ser fácilmente arrebatadas como aquellas semillas de la parábola del sembrador.

“Y les dijo en parábolas muchas cosas como estas: «Un sembrador salió a sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero, cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado” (Mateo 13:3-8). No dejes que te arrebaten sus palabras

4. Reduce la velocidad

Algunos días, cuando me cuesta calmar el ritmo de mi ajetreado día, me siento en algún lugar tranquilo y escribo oraciones en mi diario. Escribir mis oraciones me ayuda a no distraerme. Esto me ayuda a entrar en este otro reino, uno donde las reglas son diferentes a las de este mundo, uno donde puedo ser como el árbol en Salmo 1, que se empapa del agua refrescante de los caminos de Dios.

5. No tengas miedo de mirar atrás

Una maravillosa cita de Nelson Mandela dice:

“He descubierto el secreto de que después de subir una gran colina, uno solo descubre que hay muchas más colinas que subir. Me he tomado un momento para descansar, para contemplar la gloriosa vista que me rodea, para mirar atrás y ver la distancia que he recorrido. Pero solo puedo descansar un momento, porque la libertad conlleva responsabilidades, y no me atrevo a demorarme, porque mi largo camino aún no ha terminado” (Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad).

No tengas miedo de mirar hacia atrás en tu vida. Tu historia y tu trayectoria con Dios son preciosos. Las formas en que Dios impacta activamente nuestras vidas son oro en polvo, son momentos en que el cielo toca la tierra. Por lo tanto, aduéñate de ellos y compártelos. Cuéntale a otros lo que él ha hecho por ti.

Tú eres importante para él

Por lo tanto, no te preocupes por tu pasado y no te preocupes demasiado por tu futuro, solo debes saber hoy que tu vida le importa a Dios. Las decisiones que tomas le importan, y tu vida tiene un significado eterno.

Solo ven hoy, pasa tiempo con él, y escribe lo que escuches, sea grande o pequeño. Y esta es la forma en que irás haciendo camino, y este es tu caminar espiritual. A través de todas las pequeñas cosas, que, al final, habrán forjado toda una vida.

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