Cuando buscas versículos bíblicos sobre refugiados te das cuenta de que la Biblia no utiliza realmente la palabra “refugiado”. Pero a lo largo de la Escritura sí se escucha el corazón de Dios sobre cómo debemos tratar a los extranjeros.
El Antiguo Testamento narra la historia de los israelitas, el pueblo de Dios. En varios momentos de la historia, los israelitas eran un pueblo desplazado, que se encontraba atrapado como esclavo en Egipto o exiliado de su tierra prometida.
Debido a esto, a lo largo del Antiguo Testamento se encuentran muchas referencias a la sensación de ser extranjero o forastero en una nueva tierra. Esto nos lleva a muchos versículos que revelan el corazón de Dios sobre cómo debemos tratar a los extranjeros, a los forasteros y a los refugiados.
Versículos bíblicos sobre refugiados, extranjeros y forasteros
Estas citas de Levítico y Deuteronomio revelan una clara enseñanza e instrucción sobre cómo debemos tratar a los extranjeros y forasteros.
“Si alguno de tus compatriotas se empobrece y no tiene cómo sostenerse, ayúdale como lo harías con el extranjero o con el residente transitorio; así podrá seguir viviendo entre ustedes”. Levítico 25:35
“Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel”. Levítico 19:33-34
“Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. Así mismo debes tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tú fuiste extranjero en Egipto”. Deuteronomio 10:18-19
Esta enseñanza era un desafío en los días de Moisés y sigue siendo igual de desafiante hoy en día. Nos dice que ayudemos y apoyemos a los extranjeros, que no los maltratemos y que los defendamos. Lo más desafiante de todo es que nos dice que los amemos como a nosotros mismos. ¿Por qué? Porque, como Dios nos recuerda aquí, nuestros antepasados también fueron extranjeros.
El Antiguo Testamento es claro: no podemos amar solo a los que nos resulta fácil amar. Debemos amar a todos, ya sean amigos, vecinos, extranjeros o forasteros.
Versículos bíblicos que nos enseñan a ser generosos con los refugiados, extranjeros y forasteros
Más adelante, en Deuteronomio, encontramos un pasaje detallado que nos anima a ser generosos con todo lo que tenemos.
“Cuando recojas la cosecha de tu campo y olvides una gavilla, no vuelvas por ella. Déjala para el extranjero, el huérfano y la viuda. Así el Señor tu Dios bendecirá todo el trabajo de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no rebusques en las ramas; las aceitunas que queden, déjalas para el extranjero, el huérfano y la viuda. Cuando coseches las uvas de tu viña, no repases las ramas; los racimos que queden, déjalos para el inmigrante, el huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto. Por eso te ordeno que actúes con justicia”. Deuteronomio 24:19-22
Una vez más, Dios le recuerda a su pueblo, a nuestra familia, que una vez fueron esclavos en Egipto. Saber que el pueblo de Dios fue una vez el extranjero oprimido, exiliado de su propia tierra, debería hacerlo mucho más fácil para nosotros ser infinitamente generosos con todo lo que tenemos.
Nunca conocemos la historia completa de alguien, y el mandamiento de Dios de ser generoso fomenta un hermoso estilo de vida en el que damos generosamente nuestras posesiones, nuestro tiempo y nuestro amor a todos los que conocemos.
La promesa de Dios es que nuestra generosidad se verá recompensada con su bendición. Cuando vivimos una vida generosa y desinteresada, en la que nos comprometemos a amar a los demás como a nosotros mismos, nuestro buen Padre bendice el trabajo de nuestras manos.
Debemos ser amables con los refugiados
“Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento”. Mateo 25:35
Este famoso versículo en Mateo es otra enseñanza importante para guiarnos en nuestra respuesta a los refugiados, extranjeros y forasteros.
Una de las cosas a las cuales se nos anima más a lo largo de la Escritura es ser como Jesús fue con los demás. Ser amable con los extranjeros, perdonar fácilmente, ser generoso y demostrar siempre el amor de Dios.
Vivir como Jesús vivió puede parecer intimidante, pero es importante recordar que tenemos el poder del Espíritu Santo en nosotros. Podemos ser pacientes, amables, bondadosos y llenos de amor gracias al Espíritu Santo que trabaja en nosotros y a través de nosotros.
Todos somos ciudadanos del cielo
“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo”. Filipenses 3:20
Filipenses 3 contiene quizá la enseñanza más importante sobre cómo abordar el tema de los refugiados.
En su carta a la iglesia de Filipos, Pablo señala que todos somos ciudadanos del cielo. No importa nuestra raza, nuestra nacionalidad o nuestra lengua, “nosotros somos ciudadanos del cielo”.
El desafiante punto de Pablo aquí nos anima a pensar en nosotros mismos como ciudadanos del cielo en primer lugar, antes de todo lo demás. Esta es una postura poderosamente unificadora.
Si dejas que lo que Pablo dice aquí penetre todo tu ser, puede realmente desafiar tu identidad y la forma en que piensas de ti mismo y también de los demás. ¿Podemos realmente considerar a alguien como extranjero o forastero cuando todos somos ciudadanos del cielo? También encontramos este tema en la carta de Pablo a los Efesios:
“Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu”. Efesios 2:19-22
Aquí, en Efesios, Pablo nos da una idea de lo que significa formar parte de una familia celestial. Nos enseña que todos somos miembros de la familia y la casa de Jesús. Todos estamos unidos y en esa unión nos convertimos en una morada para Dios.
Unidos y juntos como una familia podemos llevar la presencia misma de Dios, el creador de nuestro universo.
Foto por Hester Qiang en Unsplash