¿Te has preguntado alguna vez por qué hay tantos versículos en la Biblia sobre el propósito? Desde el primer capítulo hasta el último de la Biblia, leemos versículo tras versículo sobre nuestro propósito. Así que empecemos por el principio.
En Génesis 1 encontramos el conocido pasaje en el que Dios crea a la humanidad. "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", dice. A continuación hay un mandato en el momento mismo de nuestra creación: "para que dominen a los peces del mar y a las aves del cielo". Dios nos hizo a su semejanza y nos hizo también para gobernar a su semejanza. Dios es un gobernante justo y bueno. Cuida de sus hijos, cuida de su creación y hace que todo sea para nuestro bien. Podemos tomar estos atributos que conocemos de Dios y tenerlos como guía de cómo debemos gobernar. Nuestro primer propósito ordenado por Dios fue ser buenos mayordomos del mundo que él creó.
Es fácil descartar la tarea encomendada a la humanidad al principio de los tiempos por considerarla anticuada e irrelevante. El mundo es tan vasto y está tan desarrollado. Nos hemos alejado tanto de las personas que caminaban en el jardín con Dios. Piénsalo así: en ti hay un llamado innato a administrar bien lo que Dios te ha dado. Hacerlo es conectar con tu propósito divino, que conduce a la plenitud, el bienestar y la alegría. Conectar con tu propósito como buen mayordomo no significa vivir en el campo y cultivar tus propios productos. Puede significar simplemente vivir con generosidad, por ejemplo, o comprar marcas sustentables. Tal vez sea abrir tu casa a las personas o crear una red de oración en tu lugar de trabajo. ¿Qué puedes hacer para llevar la bondad y bendición de Dios a tu día a día, para que otros prosperen?
Otro versículo importante, sobre nuestro propósito, se encuentra en Génesis en el capítulo 2. En el versículo 18 Dios dice: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Fuimos hechos para estar en relación con Dios; era su intención vivir cada día con nosotros en el Edén, y que estemos en relación unos con otros. Ahora bien, eso no significa que entremos en pánico si estamos solteros, o que consideremos un fracaso una vida sin pareja. Lo que sí significa es que reconocemos que vivir solos no es bueno para nosotros. Necesitamos la compañía de otras personas y la presencia cotidiana de nuestro Creador. Ambas cosas forman parte de nuestro propósito y son esenciales para vivir bien.
Puede resultar fácil pasar por alto el Antiguo Testamento en favor del Nuevo, ya que algunas partes de la Biblia hebrea pueden parecer difíciles de entender. Pero si no lo estudiamos, nos perdemos un enorme recurso de inspiración, sabiduría y revelación. El Nuevo Testamento, y Jesús, tienen sentido debido a la historia contada desde el Génesis hasta Malaquías. En Isaías encontramos una declaración clara sobre nuestro propósito. En el capítulo 43:21, Dios dice: “al pueblo que formé para mí mismo, para que proclame mi alabanza”. El hecho de que fuimos creados para la adoración es una temática que encontramos en toda la Biblia. Dios sabe que somos más saludables, más completos y más alegres cuando le adoramos. Él no requiere nuestra adoración por vanidad u orgullo, sino más bien por amor. Él nos diseñó para que lo adoremos y así podamos crecer y parecernos más a él. La adoración que cantamos en la iglesia, o tal vez mientras manejamos, es solo un pequeño ejemplo de adoración a Dios. Le adoramos a través de cada parte de nuestra vida, nuestras decisiones, nuestros gastos y nuestras palabras. Tu trabajo, tus pasiones - como sea que ocupes tu tiempo - pueden convertirse en tu adoración a Dios, simplemente dedicándoselo a él. Si buscas glorificarlo en todo lo que haces, entonces esa postura de adoración influirá y transformará lo que haces. Pedro refuerza este propósito, escribiendo: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9
En primer lugar, recordemos que debemos enraizar todas nuestras ambiciones en el mandato que se nos dio cuando fuimos creados. Esto es, como ya mencionamos, ser buenos mayordomos y vivir en relación con Dios y con los demás. Después, recuerda que Dios nos creó a cada uno con una identidad única y que hay un plan y un propósito para tu vida que ningún otro puede cumplir de la misma manera. A través de conversaciones con el Espíritu Santo puedes descubrir las pasiones y proyectos específicos que Dios ha reservado para ti. La Biblia está llena de historias de personas que, al obedecer el llamado de Dios, descubrieron su vocación única. Moisés escuchó a Dios y terminó liberando a una nación. Noé obedeció a Dios y terminó salvando a la humanidad. La lista es interminable. El principio y el fin de discernir tu propósito exacto se encuentra en tu relación con Dios.
En lugar de buscar un trabajo o una vocación que te haga sentir realizado, por qué no enfocarlo desde este punto desde este punto de vista: ¿Cómo conecto mi pasión con mi propósito de ser un buen mayordomo, permaneciendo conectado a Dios y edificando comunidad? Responder esa pregunta, con la sabiduría y guía del Espíritu Santo en ti, te llevará a vivir una vida con propósito.
Cuando estés averiguando qué es lo que Dios quiere que hagas y buscando formas de arraigar tus pasiones en tu propósito, recuerda este importante contexto bíblico para tu vida: En el reino de Dios los primeros son los últimos. Jesús siempre buscó a las personas más inesperadas y la Escritura está llena de humildes pastores y pescadores que cambiaron la historia. No permitas que lo que nuestro mundo roto entiende por una vida de éxito distorsione el llamado que Dios te ha dado. Fotos por Patrick Robert Doyle en Unsplash