Durante la Pascua, recordamos la vida de Jesús entregada en la cruz y su resurrección. Él ha vencido el poder de la muerte de una vez por todas. Hay muchos acontecimientos significativos que sucedieron previo al Domingo de Pascua, y muchos de ellos tuvieron lugar el Jueves Santo.
El Jueves Santo es el jueves antes de la Pascua. Es el día en que recordamos la Última Cena. La última vez que Jesús se sentó a comer con sus discípulos. El Jueves Santo se conmemora tradicionalmente como el día en que Jesús oró en el huerto de Getsemaní y cuando Judas lo traicionó. En inglés al Jueves Santo se le conoce como "Maundy Thursday". La palabra "maundy" viene del latín "mandatum" o "mandato", que se refiere a las instrucciones que Jesús dio a sus discípulos en la Última Cena.
Jesús lavó los pies de sus discípulos el Jueves Santo. El lavado de pies era un acto de hospitalidad en los hogares de Oriente Medio, ya que los pies de los invitados solían estar polvorientos y sucios por llevar sandalias en la calle, pero lo que hizo Jesús fue también un acto radical de humildad y perdón. Solo los siervos se encargaban de esa tarea. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, Pedro se ofendió y dijo “¡Jamás me lavarás los pies!” (Juan 13:8). Pedro creía que de esa manera honraba a su Señor. Después de este acto, Jesús dio a sus discípulos un nuevo mandato: “Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros”. Juan 13:14 A continuación, Jesús pidió a sus discípulos que se amaran los unos a los otros: “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros”. Juan 13:34Jesús mandó a sus discípulos que fueran y amaran a su prójimo, y que vivieran una vida de amor y perdón radicales. [caption id="attachment_6309" align="aligncenter" width="1024"]
Foto por Thanti Riess en Unsplash.[/caption]
La celebración de la Pascua era una fiesta muy conocida en los tiempos bíblicos y requería la preparación de todo un día. Era un recordatorio del momento en que Dios liberó a su pueblo de la esclavitud (puedes leer más sobre esto en Éxodo 12). La Última Cena del jueves Santo, está teñida de un triste presentimiento. Jesús sabía que se enfrentaba a la muerte, pero sus seguidores no habían comprendido del todo lo que se avecinaba. Las palabras que usamos en la Santa Cena son aún más conmovedoras al conocer los acontecimientos venideros.
Jesús instruyó a sus seguidores: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26). Isaías 53:5 nos recuerda que "él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados". Al repartir la copa de vino, Jesús dijo: "Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados" (Mateo 26:27-28). Cuando Jesús murió, se convirtió en el sacrificio perfecto, ahora podemos acercarnos al trono de Dios con valentía. "Somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre". (Hebreos 10:10). En 1 Corintios 11:23-26 leemos "Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan, y, después de dar gracias, lo partió, y dijo: «Este pan es mi cuerpo, que por ustedes entrego; hagan esto en memoria de mí». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que beban de ella, en memoria de mí». Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga". Nos acordamos de él y de su vida en la tierra hasta que vuelva. Por eso, aunque recordamos con dolor, también miramos hacia adelante con esperanza.
Después de la Última Cena, Jesús salió a orar. En el jardín, Jesús se enfrentó al momento más difícil de su vida. Se encontró cara a cara con Dios y le pidió que le quitara la copa del sufrimiento, y luego, en su siguiente aliento, dijo, "pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú" (Mateo 26:39). Jesús vivió una vida perfecta en la tierra, pero eso no significa que no haya luchado. Cuando nos sentimos solos y pasamos por dificultades, podemos pedirle a Dios que nos ayude. Cuando nos sentimos abrumados por la enfermedad, la pena o la desesperación, podemos pedirle a Dios que nos quite el sufrimiento. A veces lo hace, pero otras veces su respuesta no es lo que deseamos. En ocasiones tenemos que enfrentarnos a lo que no queremos enfrentarnos. Pero sabemos que Dios camina con nosotros en el sufrimiento. Él está con nosotros en medio de nuestro dolor y nos consuela. En el jardín, Jesús también fue traicionado por uno de sus propios discípulos. Él conoció el dolor de la traición. Sabía lo que era que un amigo se volviera contra él. Si estás experimentando dolor o un sentimiento de traición, llévalo a Dios ahora. "Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades" (Hebreos 4:15). Jesús está a tu lado. Él sabe por lo que estás pasando.
Celebramos la Semana Santa y la Pascua como creyentes, porque celebramos la obra de Jesús. Su vida, muerte y resurrección son la base de nuestra salvación. Podemos gozarnos en estos tristes eventos, porque sabemos el final de la historia. Descubre más de la obra transformadora de Jesús, en Glorify app.
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