Cuando empiezas a estudiar la oración en la Biblia, te das cuenta de algo extraordinario. La oración no es una fórmula de "sí o no". Aunque en la Biblia hay enseñanzas sobre cómo orar, cuando realmente se profundiza en el tema, la lección definitiva es la siguiente: la oración es un lenguaje personal entre tú y Dios. ¿Más sorprendente aún? La oración puede ser una conversación. Si eres un nuevo creyente, seguramente te has preocupado por orar mal o no saber cómo orar. Puede ser intimidante ver a alguien orar apasionadamente en voz alta en la iglesia. O, ¿quizás has estado orando durante meses y no has visto ningún avance? En esta guía inicial sobre la oración en la Biblia, examinaremos desde cómo oraban los héroes bíblicos famosos, hasta cómo oraba Jesús y qué hacer ante una oración sin respuesta. También te recomendamos seguir una de las oraciones guiadas de Glorify app. Tenemos una oración para cada necesidad. Descarga la app.
Hay una hermosa oración antigua, escrita por el obispo griego del siglo IV Basilio el Grande, que dice: "Oh Señor Dios nuestro. Dirige la nave de nuestra vida hacia ti, el puerto tranquilo de todas las almas en tempestad. Muéstranos el camino que debemos seguir. Renueva en nosotros el espíritu de docilidad. Que tu espíritu frene nuestra inconstancia; guíanos y fortalécenos para realizar lo que es para nuestro propio bien, para guardar tus mandamientos y regocijarnos siempre en tu gloriosa y vivificante presencia. Tuya es la gloria y la alabanza por toda la eternidad". En una sola oración se pueden ver ejemplos de muchas de las razones por las que la oración es tan importante. Y, qué impacto debe tener la oración en nosotros.
Basilio el Grande utiliza la vívida imagen de un alma "azotada por la tormenta" para describir el impacto de vivir en este mundo caído. ¿Te has sentido alguna vez azotado por la tormenta? ¿Empapado, magullado, un poco agitado tal vez? Esta oración nos recuerda que Dios es el puerto tranquilo y seguro para todos nosotros.
Esta oración también nos recuerda que Dios es nuestro gran navegante y guía. Él dirige nuestros pasos y nos marca el camino a seguir.
Las últimas líneas de esta oración refuerzan la naturaleza increíblemente bondadosa de Dios. El obispo griego nos enseña que, mientras oramos, somos fortalecidos y apoyados. Y que glorificamos a Dios, entrando en su presencia.
Por último, esta oración describe la presencia de Dios como vivificante. Entrar en la presencia de Dios, a través de la oración, tiene un impacto vivificador en nosotros. Cuando oramos, somos renovados por la presencia transformadora de Dios. La oración es algo increíblemente poderoso. Al observar cómo oraban algunos personajes bíblicos, descubrirás que se trata de un lenguaje personal que es diferente para cada persona. Tu trabajo consiste en descubrir cómo te gusta orar y qué conversación quiere mantener contigo el Dios del universo.
Tanto si eres un nuevo creyente como un discípulo experimentado, es bueno que adquieras el hábito de aprender de los demás. Una comunidad eclesial es una forma brillante de establecer relaciones con creyentes que nos han precedido y que pueden compartir su sabiduría con nosotros. También podemos fijarnos en las Escrituras y tomar nota de cómo vivían los personajes de las historias bíblicas.
Comencemos con el famoso ejemplo de Jesús orando en el huerto de Getsemaní. Puedes encontrar la historia en Mateo 26: " Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní y dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar». Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentirse triste y angustiado. «Es tal la angustia que me invade que me siento morir —dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo». Yendo un poco más allá, se postró rostro en tierra y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»." Jesús no complicaba demasiado la oración. Sus oraciones eran breves, sinceras y profundamente sentidas. No utilizaba un lenguaje complejo, ni extremadamente formal. Clamó a su Padre, reveló sus emociones y pidió ayuda. Y, sorprendentemente, gracias a la muerte de Jesús en la cruz, nosotros podemos hacer lo mismo.
Mientras las oraciones de Jesús eran cortas y sencillas, David nos muestra otra forma de orar. El libro de los Salmos ofrece una visión detallada de la apasionada vida de oración de David. Él oraba con una intensidad desbordante. Leer sus Salmos es casi sentir, por uno mismo, todo lo que David describe. He aquí un ejemplo, del Salmo 51, "Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa y tu juicio, irreprochable. Yo sé que soy pecador de nacimiento; pecador, desde que me concibió mi madre. Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría." David utiliza la descripción y la repetición para reforzar lo que está orando. Explica con detalle sus sentimientos. David era un hombre exuberante y apasionado, y esto determinó su vida de oración.
Sabemos que Jesús se retiraba a lugares tranquilos una y otra vez para conectar con su Padre. ¿Sabías que Pedro también lo hacía? Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que Pedro subió a la azotea a orar. Dejó a sus hermanos y hermanas, abandonó a la multitud y buscó un lugar tranquilo y elevado para hablar con Dios. "Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía". Hechos 10:9 Cuando nos alejamos de las distracciones, de la gente y de nuestro entorno habitual, nos resulta mucho más fácil conectar con Dios y cambiar nuestra perspectiva por la suya.
Cuando Jesús nos enseñó a orar, pronunció estas palabras, ahora eternas: "Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno”. Mateo 6:9-15 Antes de compartir esta oración con sus discípulos, Jesús les dio indicaciones estrictas sobre cómo orar. "Entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto", dice en Mateo 6:5-8. Jesús nos enseña que nuestro "Padre que ve en lo secreto os recompensará", confirmando en última instancia que la oración es un lenguaje personal. Es un intercambio entre tú y Dios, y son las oraciones que pronuncias en lo secreto las que te transforman a ti, a tu fe y a este mundo.
La Biblia nos enseña a orar con confianza, sabiendo que nos escucha un Padre bueno. ¿Qué hacemos entonces cuando las oraciones quedan sin respuesta? ¿Cómo le damos sentido cuando hemos orado fielmente y, sin embargo, no parece haber ningún avance? Aunque teólogos de todo el mundo se han ocupado largamente de esta cuestión, la respuesta más sencilla y verdadera se encuentra en la presencia de Dios. Cuando continuamos buscándole, incluso en nuestra angustia y aflicción, nos abrimos camino para profundizar en nuestra comprensión de Él, de sus planes y de su bondad. A veces, sólo tenemos que someter nuestras decepciones y penas al misterio de Dios y disciplinarnos para confiar en Él una y otra vez. El sacrificio y la negación de nosotros mismos es un tema constante en toda la Escritura. No excluyas estos sentimientos de tu vida de oración, sigue el ejemplo de David y desahógate como Jesús. Dios saldrá a tu encuentro, restaurando tu alma atormentada con su amorosa bondad.